Volcán Llullaillaco, Santuario de Altura

Para esta aventura, en la montaña más intimidante y misteriosa que habita mi alma, había preparado unos breves momentos de oración. Elegí cuidadosamente la historia de Moisés en los relatos de la tradición judía. La paradigmática historia del Éxodo ubica episodios decisivos en la cumbre de las montañas donde habita Yahvé. A encuentros íntimos, místicos y de enorme impacto social, convoca Dios a Moisés. El escenario elegido es la cumbre cubierta por las nubes: o sea, la morada de Dios. Parece que la cumbre es donde Dios habita. Pero, además, son las nubes las que revelan que Dios está en su casa. Así que, además de llamar a Moisés al encuentro, Yahvé advierte que nadie puede subir mientras él está en las nubes de la cumbre. El transcurso de los días de la aventura Llullaillaco, nos fue revelando un mensaje de indudable claridad. No hubo dudas de lo bienvenidos que éramos:



En el tercer día de creciente intimidad con el Llullaillaco, tampoco quedaron dudas de hasta dónde podíamos llegar. Y nada tenía que ver esto con nuestro estado físico, mental y espiritual. Era el acuerdo que se iba gestando con la montaña, mientras ascendíamos nosotros y se dejaba ascender ella:



Fue facilísimo saber cuál era el último amanecer en el imponente y hermosísimo Llullaillaco:



La despedida fue emocionante y conmovedora. En lenguaje del colectivo de montaña, hicimos el Llullaillaco. La pregunta a escuchar es, ¿hiciste cumbre? La respuesta es “no”. Pero no es ni la pregunta correcta ni la respuesta acertada. Hicimos el Llullaillaco porque hicimos lo que él quería que hiciéramos. Ni un paso menos, ni un paso más, de lo que él nos fue indicando.

En el camino de regreso, mirando a cada rato hacia atrás, hacia el bellísimo Llullaillaco, entendimos el motivo de la salida anticipada: en la cumbre de la montaña había fiesta de los dioses programada para ese día:



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