Embriagados de amor

¡Coman, amigos míos, beban, y embriáguense de amor!

El Amado del Cantar de los cantares hace una invitación que todo el que se ha enamorado siente como propia. Las sensaciones del amor son las de una fiesta, en la que no falta ni la cantidad ni la calidad de la comida y la bebida. El grito desbordado y jubiloso del Amado es el grito del amor cuya alegría no puede quedar enclaustrada, sino que ha de comunicarse. Una de las maravillas del Cantar es combinar, de manera genial, todas las imágenes y sensaciones con las que el ser humano ha intentado decir algo sobre la experiencia del amor. Al leer el mejor poema jamás escrito, se asiste a un festival de fragancias, de sabores, de manjares y alcohol. Y, como no es suficiente, también se experimenta en sus versos la enfermedad y la locura del amor que pone a los amantes al borde de la muerte. Por la poesía sabemos que esta es la muerte digna de un humano, la que sobreviene luego del coma del amor.

En el inicio mismo del Cantar, la Amada, con seguridad de sommelier, se decanta por el amor: «tus amores son más deliciosos que el vino… ¡gocemos y alegrémonos contigo, celebremos tus amores más que el vino!». Sabe lo que dice porque sabe de amor y sabe lo bien que sabe el vino del lugar. Ella es experta en amores y en vino. Por eso no duda en comparar. Está muy segura de las ventajas del amor y de que sólo es comparable con las delicias del vino, la exquisitez de los sabores y el embrujo de los perfumes. El Amado siente exactamente igual que su Amada: «Tus amores son más deliciosos que el vino». ¿Cómo sería posible al Amado resistir a embriagarse de amor? Si cuando él se apega a su Amada siente que su «ombligo es un cántaro, donde no falta el vino aromático». ¿Cómo no sucumbir al vicio del amor si cuando él la besa siente su «paladar como un vino delicioso, que corre suavemente hacia el amado, fluyendo entre los labios y los dientes»?. «La bodega» y «las viñas en flor» que «exhalan su perfume» son escenarios ideales para el encuentro de los amantes del Cantar.

Adrienne von Speyr da su parecer sobre los primeros versos de la Amada del Cantar:

Sin pérdida de tiempo la novia avanza aún más y promete un éxtasis común: nosotros queremos extasiarnos, más que de vino, de nosotros mismos. Ella exige, y a la vez promete que él no partirá con las manos vacías. La ebriedad será común.

La cantidad de vino que corre por los versos del Cantar es directamente proporcional a la cantidad y a la intensidad del amor que sienten los amantes. Las estrofas del Cantar van destilando alcohol y amor de principio a fin. No es extraño. Entre alcohol y amor hay un maridaje que recorre la entera historia de la humanidad. Se halla presente hasta en el sino trágico de tantos que han desesperado por culpa del amor y cuyas vidas se han sumergido en la suplantación alcohólica. Por esta historia en común, el alcohol y el efecto de su consumo, es un recurso habitual para expresarse sobre el amor.

«Él me hizo entrar en la bodega y enarboló sobre mí la insignia del Amor», dice El canto más hermoso. Sobre este verso, comenta Juan de Forde:

Y es indudable que se embriagó con él cuando entró en la bodega para ordenar allí su caridad. ¿Cómo no va a salir ebria de ese lugar de tanta plenitud? El motivo de haber sido admitida allí no es otro que el de recordar siempre y con gozo esa embriaguez, y compartirla con otros muchos en diversos tiempos y lugares.

Obviamente, Juan pertenece ya a la tradición que interpreta el Cantar como una historia de amor entre Dios y cada uno de nosotros. «Dios -proclama Juan de Forde- embriaga a sus amados». Juan sabe de esto porque ha leído atenta y meticulosamente el Cantar de los cantares. El Amado/Amante del poema bíblico exclama: «¡Coman, amigos míos, beban, y embriáguense de amor!».

El Dios de la paz y del amor -explica Juan-, o mejor el Dios caridad, ha establecido que quienes beban de este vino de la caridad beban hasta olvidarse de su pobreza, hasta olvidarse por completo de sí mismos, hasta perder la facultad de hablar, y así duerman y descansen en paz con él.

La paz interior, la calma y la serenidad de la conciencia, la tranquilidad del corazón, es fruto del amor divino, que pega mejor que el alcohol.

En la literatura sapiencial también se reconoce el valor expresivo y simbólico de la embriaguez. En este caso, lo que el Cantar refiere al amor, los sabios lo refieren a la sabiduría. Así lo explica el Sirácida:

Él mismo la creó, la vio y la midió,

y la derramó sobre todas sus obras:

la dio a todos los hombres, según su generosidad,

y la infundió abundantemente en aquellos que lo aman…

La plenitud de la sabiduría es el temor del Señor

y ella los embriaga con sus frutos

Herederos de los saberes bíblicos, los místicos también entienden las metáforas amorosas de la embriaguez. En cada ocasión en que Catalina de Siena reflexiona sobre las razones de la creación y de la redención del hombre, apela a las mismas expresiones: «el amor inestimable», la «insondable caridad», el «amor inefable», el «ardoroso amor», el «tan ardiente amor», el amor «indecible», «consumado e indecible», «el fuego de amor». Todo se explica porque «te enamoraste» de nosotros. Y, con la audacia propia de los místicos, Catalina se refiere frecuentemente al amor como aquello que mantiene embriagado a Dios. Entonces, habla del «Dios, ebrio de amor por nuestra salvación». También apela a otra manera de expresar lo excesivo del sentir divino. Por culpa del «amor no forzado ni necesario» -dice Catalina- «enloqueces por tus criaturas». No le faltan razones a Catalina para gritarle a Dios: «¡Oh loco de amor!». En una de sus oraciones resume la causa de la acción divina sobre el hombre en los simples términos de «sólo el amor». La conciencia de ese amor le lleva a rezar: «tú, alta y eterna Trinidad, como ebrio y loco de amor por tu criatura… le diste el remedio con el mismo amor con que lo habías creado, injertando tu divinidad en el árbol muerto de nuestra humanidad». La locura y el ardor del amor, la locura y el ardor parecidos del alcohol, la locura de un Dios embriagado y encendido por el amor. Catalina de Siena bien podría haber escrito el Cantar de los cantares.

¿Cómo resumir el entero proyecto divino con total fidelidad al dogma cristiano, a la tradición bíblica, a las fuentes de la teología, al sentir de los auténticos discípulos de Jesús? Pocas veces algo tan bien logrado como este párrafo de Catalina:

Entonces, Padre eterno, ¿por qué creaste a tu criatura? Estoy muy maravillada de ello. En realidad, veo, como me lo mostraste, que no hubo otra razón sino que te viste obligado a darnos el ser, a pesar de las maldades que habíamos de cometer contra ti, Padre eterno, a causa del fuego de tu caridad. Él, pues, te obligó. ¡Oh amor inefable! Aunque en tu luz viste toda la maldad que tu criatura habría de cometer contra tu infinita bondad, tú hiciste como si no vieras; es más, pusiste tu mirada en la belleza de la criatura, de la que te enamoraste como un loco y un borracho, y por amor la sacaste de ti, dándole el ser a tu imagen y semejanza. Tú, Verdad eterna, me has explicado tu verdad, es decir, que el amor te forzó a crearla aunque vieras que te había de ofender. Tu amor no quiso que tu mirada se fijara en esto, sino que levantaste los ojos de las ofensas que se sucederían y sólo te fijaste en su belleza. Si de modo primordial te hubieras parado a ver las ofensas, te habrías olvidado del amor que tuviste al crear al hombre. No es que esto te estuviera escondido, sino que pusiste tu mirada en el amor, porque no eres más que un loco de amor por lo que tú mismo has creado.

Pocas cosas han calado tan hondo en la conciencia de Catalina y en su experiencia de Dios como la obligación de amor que padece Dios:

Veo en ti el amor que te obligó a crearnos para que te conociésemos y para alabanza y gloria de tu nombre. Él mismo te obligó a vestirte de nuestra naturaleza mortal a fin de volvernos a ti.

Para rezar con Catalina:

¡Oh Padre eterno, fuego y abismo de caridad; eterna belleza, sabiduría eterna, bondad eterna, clemencia, esperanza y refugio de los pecadores; generosidad inestimable, eterno e infinito bien; amor loco! ¿Es que necesitas de la criatura? Eso me parece, puesto que obras como si no pudieras vivir sin ella, siendo así que tú eres la causa de su vida, pues la vida de todas las cosas depende de ti y sin ti nadie vive. ¿Cómo has enloquecido de este modo? Porque te has enamorado de lo que has creado, te has complacido y alegrado por causa de ella. Como embriagado andas buscando su salvación, cuando ella te huye. Tú la vas cercando; ella se aleja y tú te acercas a ella. No podías acercarte más que tomando su humanidad.

Una vez que a Dios lo hemos comprendido como alguien dominado por el amor, como un borracho está bajo el control del alcohol, lo que sigue es pura lógica. Son creyentes «los que quieren la perfección» y andan «como ebrios y ardiendo de amor». Son discípulos de Jesús quienes viven «embriagados por la sangre de Cristo».

La mística contemporánea tiene entre sus protagonistas a Simone Weil. En su original síntesis filosófica, teológica y mística, concibe un

Dios, ebrio de néctar (loco de amor por su creación)

Amélie Nothomb escribe una terrible historia de madre e hija, Golpéate el corazón. Gran historia y tremendos pesares. Diane, la hija, casi no tiene recuerdos y sensaciones que hagan de su madre un refugio para su infancia. Sólo conserva un momento de tal intensidad que concentra en un instante todo el poder de una maternidad divina. En aquella noche única e irrepetible de besos y abrazos inesperados, «el olor de la diosa se propagó por todos sus sentidos, Diane se sumergió en aquel perfume de inefable suavidad y descubrió la embriaguez más intensa del universo: el amor».

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Volcán Llullaillaco, Santuario de Altura

De la soledad

Del Tedio